domingo, 27 de septiembre de 2009

Ante las elecciones alemanas

Hace un par de domingos tuve ocasión de seguir en el segundo canal de la televisión alemana el debate de hora y media entre la actual Canciller (la señora Merkel) y el Vicecanciller y Ministro de Asuntos exteriores (señor Steinmeier) sometidos ambos a las preguntas de cuatro periodistas muy conocidos. Fue un auténtico encaje de bolillos porque debían destacar sus discrepancias cuando lo cierto es que llevan cuatro años sentados codo con codo en el Gobierno federal. Por eso nada más empezar, uno de los entrevistadores preguntó si aquello, en lugar de un “duelo”, no sería un “dueto”. Luego ví que la prensa daba como ganador al ministro. No fue esa mi percepción, creo que ambos estuvieron bien, sobre todo si se tiene en cuenta la peculiaridad de la situación. La señora Merkel ha ganado mucho en el ejercicio del poder y ha dejado desautorizados a quienes, en su etapa de jefa de la oposición, la llamaban despectivamente “Merkelita” (o “Merkelina”, en asturiano). ¿De qué hablaron? De economía, de impuestos (quieren bajarlos), de empleo, de prestaciones sanitarias... De las cosas de comer. Para un español como yo, fue un alivio advertir que no pretenden “profundizar en el autogobierno” ni amenazan con un referéndum sobre la autodeterminación, ni descalifican al Tribunal Constitucional, ni quieren blindar competencias, ni hacen pactos bilaterales de financiación ... Un bálsamo, en verdad, un consuelo notable.

En las elecciones al Bundestag que se celebran este domingo, las papeletas de los votantes tienen dos casillas: una para el llamado primer voto y otra para el segundo. El primer voto es un voto personal, dado a un candidato en uno de los casi trescientos distritos uninominales. El segundo voto se otorga a una lista de partido en cada Land. El candidato que logra la mayoría en los distritos uninominales es elegido y dispone de un “mandato directo”. Sin embargo el segundo voto determina cuántos representantes de cada partido serán enviados al Bundestag. En toda la República se contabilizan estos segundos votos y únicamente los que obtienen más del cinco por ciento a nivel nacional o, alternativamente, los que tienen tres miembros electos directamente en distritos uninominales, son tomados en consideración para la distribución de los escaños de lista.

Existen, no obstante, algunas correcciones. El número de escaños ganados directamente por un partido en los distritos uninominales de un Land son restados del número total de escaños atribuidos a su lista de partido. Los escaños restantes son asignados a la lista cerrada del partido. Si un partido ganara más escaños “directos” en un Land que el número de escaños que le han sido asignados por medio de segundos votos, el partido se queda con estos asientos adicionales (mandatos “excedentes”, Überhangmandate). En tal caso, el total de escaños en el Bundestag se incrementa temporalmente, esta es la razón por la cual este número es variable.

En estos momentos existe en la prensa alemana un vivo debate en torno a tales mandatos adicionales: los de la izquierda comunista temen que se pueda formar un gobierno de coalición de la democracia cristiana con los liberales gracias a ellos. Hay que decir que, en general, existe la intención de reformar el sistema, especialmente desde que el Tribunal Constitucional planteara hace ahora un año dudas acerca de la constitucionalidad de estos escaños.

Se ve que, con el primer voto, el ciudadano alemán elige a “su” parlamentario de distrito; con el segundo, contribuye al reparto de escaños entre los partidos. Un sistema este que, en términos generales, rige asimismo para constituir los Parlamentos de los Länder. Este domingo, por cierto, se eligen también los de Brandenburg y Schleswig-Holstein.

Hay que tener en cuenta que, junto al Bundestag, existe, para las tareas de producción legislativa, la Cámara territorial o Bundesrat, en la que toman asiento los Länder, de acuerdo con la estructura federal. Pero conviene saber que los alemanes no eligen a sus miembros pues el Bundesrat está compuesto por representantes de los gobiernos de los Länder (no de sus parlamentos) siendo la población la que determina el quantum de su representación, aunque con beneficio de los pequeños territorios (Baviera -doce millones de habitantes- dispone de seis votos, máximo existente, mientras que Bremen -no llega al millón- o el Sarre -pasa ligeramente del millón- cuentan con tres).

Los partidos políticos alemanes son los cristiano-demócratas, con su variante bávara social-cristiana; el social-demócrata; los liberales; los verdes y, ahora también, la “izquierda” que recoge a mucho exmilitante del partido comunista de la antigua DDR. Apunta también su presencia en el parlamento el partido “pirata” que se ocupa del uso de Internet y los derechos de autor en la red. En la historia de la República Federal ha habido dos partidos fuera de la ley: en 1952 se prohibió la reconstrucción del nacionalsocialismo, y en 1956 le tocó el turno al partido comunista. Un intento del gobierno alemán dirigido a declarar inconstitucional al partido “nazionalista” (NPD) fracasó en el Tribunal Constitucional pues fallaron las pruebas al actuar de forma descoordinada y un poco chapucera los servicios de “protección de la Constitución” de la Federación y de los Länder.

La confesión y la práctica religiosa juegan un papel de cierta relevancia en las elecciones, siendo los católicos los que mayoritariamente nutren las filas de los votantes de la democracia cristiana (pero un 25% de personas que se declaran “agnósticos” votan también por esta formación). Respecto de los protestantes, según datos de 2002, si el 36% vota cristiano-demócrata, el 44% lo hace a favor de los social-demócratas.

Llama la atención, visto desde España, la capacidad de la democracia alemana para ir poco a poco asimilando nuevas alternativas políticas. La vieja dualidad cristiano-demócrata y socialista fue rota por los liberales que formarían con ellos varias coaliciones. Después irrumpieron los verdes (también gobernantes hasta hace poco), y ahora los ex-comunistas e incluso este nuevo y singular partido que es el “pirata”. Gracias al sistema electoral, los votos a los partidos pequeños no se pierden (como ocurre entre nosotros) y por eso el elector puede, con su papeleta, enriquecer el espectro parlamentario.

En los momentos en que ultimo este artículo, todas las hipótesis están abiertas. Claros vencedores serán los seguidores de la señora Merkel pero el misterio se centra en las coaliciones que se puedan formar: hasta hace unos días la entrada del partido liberal en un gobierno de la actual canciller era muy probable, hoy sin embargo veo por las encuestas que esta fórmula “se tambalea”. Frente a lo que es habitual en la política española, añadamos que allí la coalición de los socialistas con los comunistas no se contempla ni remotamente como normal. Los primeros la rechazan de forma abierta.

Parece en fin que el tiempo en la jornada electoral será bueno, con ese sol tibio otoñal que, cuando luce en Alemania, es como un ser majestuoso que repartiera su limosna de blandos estímulos espirituales.

1 comentario:

  1. Alemania, Alemania. Cuanto debemos a Alemania corazón de Europa y cuanto debemos aprender de ella, una puede ser claramente el sistema electoral. Deberiamos copiar lo bueno para tratar de mejorar nuestros defectos. Y pienso que de Alemania ¡tenemos mucho por aprender!.

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