lunes, 27 de agosto de 2012

El retrete




Anda el retrete en bocas de los científicos y de los inventores. Se le acusa de dilapidar el agua, de contaminar, de desconocer el trato con el material orgánico y no sé cuántas tropelías más se cargan ahora al “debe” del retrete. Se ha abierto la veda contra el retrete y ya se puede disparar libremente contra él. No contentos con estos denuestos, de por sí demoledores, se le dirige el más terrible que hoy se puede pronunciar, el que no admite salvación ni redención: el retrete es “insostenible”. Sí, amigo lector, el retrete, ese trono, ese sillón, ese solio que viene del siglo XVIII, que se ha dedicado a hacer el bien, a aliviar urgencias, a dar salida a los apretones, ahora resulta que es insostenible. Y como esta condición le desacredita de forma irrecuperable, ya estamos pensando en sustituirlo, en retirarlo a un lugar remoto, allí donde reinen sombras fantásticas, a ese espacio alejado de nuestros sentimientos donde la soledad se halle desposada con el exilio. 


No seré yo quien me atreva a incurrir en heterodoxias ni a despreciar el lenguaje correcto de estos científicos que así se manifiestan. ¡Menudo está el patio para tales atrevimientos! Si el retrete es una mierda, y así se ha decidido por quienes piensan en la salvación del planeta, aceptado. Firmo donde sea menester, no quiero más líos que los indispensables.


Ahora bien, séame al menos permitido romper una lanza por el retrete, retirarme con él a llorar su destierro, a hacerle compañía por unos instantes para darle consuelo y para que advierta que hay gentes en el mundo con corazón noble, dispuestas a acompañar al caído. Porque eso es el retrete en esta hora infausta: un caído. Y, lo que es peor, un apestado, un emisor de los peores tufos. Pues bien, sea así, si la ciencia lo quiere, pero reconozcamos que, si no tiene un pasado inmaculado -porque no lo tiene-, sí ha tenido un pasado digno de ser cantado épicamente.   


¿O es que ya no nos acordamos de la época en que el lugar de la evacuación eran dos huellas sobre las que era preciso componer toda suerte de arriesgados equilibrios? No solo quienes hemos estado en el Ejército recordamos aquellos aparejos humilladores que despreciaban la buena compostura y que convertía el trajinar de las ropas en lacerante desafío a la ley de la gravedad y a otras leyes acreditadas de la física. Cualquier persona, aunque no haya servido al rey, tiene en su mente ese tiempo ominoso de charcos fétidos, quietos, como olvidados, desafiantes en su hondura y en su hediondez inacabables.


La historia no se puede olvidar. A ella debemos tributo constante. Por eso sería conveniente organizar un homenaje al retrete, un libro de memorias al retrete y del retrete donde se dejara hablar a este ser hoy condenado por la ciencia sin trámite de audiencia y sin alegaciones, despachado como un cachivache, como una mariposa sin colores. Pido pues un lugar donde se deje al retrete contar lo que ha visto y oído: los esfuerzos ímprobos, los triunfos gloriosos, los fracasos degradantes ...  lo haría con expresividad y al mismo tiempo con sencillez porque con sencillez y con humildad se ha conducido a lo largo de los siglos. 
   

Un respeto para un lugar que tiene mucho de cátedra y de púlpito. De atalaya desde la que hemos leído los editoriales más cuidados de los más prestigiosos periódicos del mundo. 

1 comentario:

  1. El retrete también ha sido el guardián de la humildad del hombre, imaginemos al Papa en el retrete......humildad para todos.
    Pero si el retrete gasta mucha agua, la solución sería, hacer como hacemos con lo perros, salir a la calle (con nuesra bolsita) y agachados hacer nuestras necesidades, luego se coge con la bolsita y ¡¡no se gasta ni gota de agua!!, claro gastariamos luz de ascensores.....

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